viernes, 4 de diciembre de 2009

¿Ética empresarial?

Existe un pensamiento claro respecto a la empresa, un pensamiento que se pretende implementar, pero que sufre como consecuencia del quehacer constante del tirano, la ética empresarial. La ética empresarial (y cuando hablamos de empresas, nos referimos también a toda institución o centro de trabajo) significa conseguir un ambiente en que no se procure que únicamente los diferentes profesionales que forman parte de ésta se sientan a gusto, sino que también intenta una proyección exterior, hacia la comunidad y sociedad, en la que se refleje unos planteamientos y comportamientos respetuosos con lo colectivo, con el medio ambiente. "La ética, así como la ética empresarial y profesional, se hacen más valiosas y significativas cuanto más complejo sea el tejido social que abarca. De ello deriva que si la ética se halla inmersa en toda relación, y en el ámbito profesional son múltiples las relaciones y las decisiones que se toman en equipo, la ética profesional no se puede considerar como un valor añadido en la práctica, sino que se le debe atribuir un peso de valor componente". Tal como se ha concluido, la ética no es un añadido en los contextos laborales, sino que es una parte más, un valor componente que ayuda a conseguir un funcionamiento óptimo de la empresa, centro o institución. Recordad que también se ha argumentado la importancia que dentro de las empresas tienen las relaciones laborales que se establecen, la frecuencia e intensidad con que se realiza un procesamiento y trasvase de información, y las implicaciones éticas de ambas acciones. Ética, ética empresarial, ética de la información y ética profesional no significan lo mismo pero tienen elementos comunes. Existe una fuerte interrelación entre la ética y la práctica profesional. La ética no es un añadido en los contextos laborales, sino una parte más, un valor componente que ayuda a conseguir un funcionamiento óptimo de la empresa, centro o institución. En las empresas, son muy importantes las relaciones laborales que se establecen, la frecuencia e intensidad con que se realiza un procesamiento y trasvase de información y las implicaciones éticas de ambas acciones[1].
Esto debería ser así, pero no lo es, es imposible que lo sea, porque tenemos un sistema de valores que se contradice internamente. De esta forma, mantenemos una necesidad constante de presión hacia el trabajador, y esa presión la realizan mejor los jefes tóxicos.
Cuando yo soy el único, el mejor, el que debe sobrevivir, entonces los demás sólo están ahí para servir de instrumento, para ser utilizados y despreciados, sobre todo cuando pretenden obtener los mismo recursos que nosotros pretendemos. Los demás o son obstáculos o son instrumentos o son simplemente espectadores, pero no pueden ser colaboradores o amigos, porque el poder no tiene amigos.
En el jefe tóxico siempre hay una premisa. Nunca des por sentado que tus éxitos pasados continuarán en el futuro. En realidad, tus éxitos pasados son tu mayor obstáculo: cada batalla, cada guerra, es diferente y no puedes asumir que lo que funcionó antes lo volverá a hacer. Debes liberarte del pasado y abrir los ojos al presente. Tu tendencia a librar la última guerra puede llevarte a tu guerra final[2].
[1] E. PRATS, Ética de la Información, 2004.
[2] R. GREENE, Las 33 estrategias de la Guerra, Madrid 2006, pág. 42.

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