Ya no puedo seguir con este trabajo, lo siento, pero es imposible seguir.
lunes, 29 de marzo de 2010
miércoles, 16 de diciembre de 2009
Características del jefe tóxico.
La justicia es el fundamento de las sociedades, el eje en torno al que gira el mundo político, el principio y la regla de todas las transacciones. Nada se realiza entre los hombres sino en virtud del derecho, no hay nada sin la invocación de la justicia. La justicia no es obra de la ley; por el contrario, la ley no es más que una declaración y una aplicación de lo justo en todas las circunstancias en que los hombres pueden hallarse con relación a sus intereses. Por tanto, si la idea que tenemos de lo justo y del derecho está mal determinada, si es incompleta o incluso falsa, es evidente que todas nuestras aplicaciones legislativas serán desastrosas, nuestras instituciones, viciosas, nuestra política, equivocada, y por lo tanto, habrá por este motivo desorden y malestar social[1]. La justicia es un fenómeno curioso, pues presenta una meta fundamental que una las distintas culturas y las distintas épocas, pese a su muy polémico contenido[2].
Cuando hablamos de un tirano estamos hablando de una persona que no entiende de justicia ni de reglas, las reglas sólo tienen un sustento, su propio deseo de control, de poder. Así, crean un mundo paralelo, un mundo en el que los demás se someten y ellos obtienen los beneficios de su actuación consciente de ignorancia. Se ignora la regla pero se exige a los demás que la cumplan.
Cuando hablamos de un tirano estamos hablando de una persona que no entiende de justicia ni de reglas, las reglas sólo tienen un sustento, su propio deseo de control, de poder. Así, crean un mundo paralelo, un mundo en el que los demás se someten y ellos obtienen los beneficios de su actuación consciente de ignorancia. Se ignora la regla pero se exige a los demás que la cumplan.
miércoles, 9 de diciembre de 2009
El psicópata.
CLECKLEY[1], estableció las siguientes características como típicas de los psicópatas, de todos los psicópatas:
1.- Inexistencia de alucinaciones o de otras manifestaciones de pensamiento irracional.
2.- Ausencia de nerviosismo o de manifestaciones neuróticas.
3.- Encanto externo y notable inteligencia.
4.- Egocentrismo patológico e incapacidad de amar.
5.- Gran pobreza de reacciones afectivas básicas.
6.- Vida sexual impersonal, trivial y poco integrada.
7.- Falta de sentimientos de culpa y de vergüenza[2].
8.- Indigno de confianza.
9.- Mentiras e insinceridad.
10.- Pérdida específica de la intuición.
11.- Incapacidad para seguir cualquier plan de vida.
12.- Conducta antisocial sin aparente remordimiento.
13.- Amenazas de suicidio raramente cumplidas.
14.- Razonamiento insuficiente o carencia de capacidad para aprender de la experiencia vivida.
15.- Irresponsabilidad en las relaciones interpersonales.
16.- Comportamiento fantástico y poco regulable en el consumo de alcohol y drogas.
1.- Inexistencia de alucinaciones o de otras manifestaciones de pensamiento irracional.
2.- Ausencia de nerviosismo o de manifestaciones neuróticas.
3.- Encanto externo y notable inteligencia.
4.- Egocentrismo patológico e incapacidad de amar.
5.- Gran pobreza de reacciones afectivas básicas.
6.- Vida sexual impersonal, trivial y poco integrada.
7.- Falta de sentimientos de culpa y de vergüenza[2].
8.- Indigno de confianza.
9.- Mentiras e insinceridad.
10.- Pérdida específica de la intuición.
11.- Incapacidad para seguir cualquier plan de vida.
12.- Conducta antisocial sin aparente remordimiento.
13.- Amenazas de suicidio raramente cumplidas.
14.- Razonamiento insuficiente o carencia de capacidad para aprender de la experiencia vivida.
15.- Irresponsabilidad en las relaciones interpersonales.
16.- Comportamiento fantástico y poco regulable en el consumo de alcohol y drogas.
[1] H. CLECKLEY, The mask of sanity, 1941.
[2] Entra en mi memoria la cita de ARISTÓTELES, en Ética a Nicómaco, donde señala:
“No es bueno sentir vergüenza porque no es bueno haber hecho algo de lo que tener que sentirse avergonzado, pero hacer algo malo y no sentir vergüenza por ello es la prueba definitiva de un carácter malvado”.
lunes, 7 de diciembre de 2009
Jefe tóxico.
El verdadero jefe tóxico es un psicópata que se caracteriza principalmente por la carencia absoluta de empatía y por una sorprendente y pasmosa incapacidad de sentir emociones o de situarse emocionalmente en el lugar del otro. Sencillamente estos individuos no presentan remordimientos ni sentimientos de culpa por las barbaridades, atrocidades o fraudes que cometen[1].
[1] I. PIÑUEL, Mi jefe es un psicópata, Barcelona 2008, pág. 38.
viernes, 4 de diciembre de 2009
¿Ética empresarial?
Existe un pensamiento claro respecto a la empresa, un pensamiento que se pretende implementar, pero que sufre como consecuencia del quehacer constante del tirano, la ética empresarial. La ética empresarial (y cuando hablamos de empresas, nos referimos también a toda institución o centro de trabajo) significa conseguir un ambiente en que no se procure que únicamente los diferentes profesionales que forman parte de ésta se sientan a gusto, sino que también intenta una proyección exterior, hacia la comunidad y sociedad, en la que se refleje unos planteamientos y comportamientos respetuosos con lo colectivo, con el medio ambiente. "La ética, así como la ética empresarial y profesional, se hacen más valiosas y significativas cuanto más complejo sea el tejido social que abarca. De ello deriva que si la ética se halla inmersa en toda relación, y en el ámbito profesional son múltiples las relaciones y las decisiones que se toman en equipo, la ética profesional no se puede considerar como un valor añadido en la práctica, sino que se le debe atribuir un peso de valor componente". Tal como se ha concluido, la ética no es un añadido en los contextos laborales, sino que es una parte más, un valor componente que ayuda a conseguir un funcionamiento óptimo de la empresa, centro o institución. Recordad que también se ha argumentado la importancia que dentro de las empresas tienen las relaciones laborales que se establecen, la frecuencia e intensidad con que se realiza un procesamiento y trasvase de información, y las implicaciones éticas de ambas acciones. Ética, ética empresarial, ética de la información y ética profesional no significan lo mismo pero tienen elementos comunes. Existe una fuerte interrelación entre la ética y la práctica profesional. La ética no es un añadido en los contextos laborales, sino una parte más, un valor componente que ayuda a conseguir un funcionamiento óptimo de la empresa, centro o institución. En las empresas, son muy importantes las relaciones laborales que se establecen, la frecuencia e intensidad con que se realiza un procesamiento y trasvase de información y las implicaciones éticas de ambas acciones[1].
Esto debería ser así, pero no lo es, es imposible que lo sea, porque tenemos un sistema de valores que se contradice internamente. De esta forma, mantenemos una necesidad constante de presión hacia el trabajador, y esa presión la realizan mejor los jefes tóxicos.
Cuando yo soy el único, el mejor, el que debe sobrevivir, entonces los demás sólo están ahí para servir de instrumento, para ser utilizados y despreciados, sobre todo cuando pretenden obtener los mismo recursos que nosotros pretendemos. Los demás o son obstáculos o son instrumentos o son simplemente espectadores, pero no pueden ser colaboradores o amigos, porque el poder no tiene amigos.
En el jefe tóxico siempre hay una premisa. Nunca des por sentado que tus éxitos pasados continuarán en el futuro. En realidad, tus éxitos pasados son tu mayor obstáculo: cada batalla, cada guerra, es diferente y no puedes asumir que lo que funcionó antes lo volverá a hacer. Debes liberarte del pasado y abrir los ojos al presente. Tu tendencia a librar la última guerra puede llevarte a tu guerra final[2].
[1] E. PRATS, Ética de la Información, 2004.
[2] R. GREENE, Las 33 estrategias de la Guerra, Madrid 2006, pág. 42.
Esto debería ser así, pero no lo es, es imposible que lo sea, porque tenemos un sistema de valores que se contradice internamente. De esta forma, mantenemos una necesidad constante de presión hacia el trabajador, y esa presión la realizan mejor los jefes tóxicos.
Cuando yo soy el único, el mejor, el que debe sobrevivir, entonces los demás sólo están ahí para servir de instrumento, para ser utilizados y despreciados, sobre todo cuando pretenden obtener los mismo recursos que nosotros pretendemos. Los demás o son obstáculos o son instrumentos o son simplemente espectadores, pero no pueden ser colaboradores o amigos, porque el poder no tiene amigos.
En el jefe tóxico siempre hay una premisa. Nunca des por sentado que tus éxitos pasados continuarán en el futuro. En realidad, tus éxitos pasados son tu mayor obstáculo: cada batalla, cada guerra, es diferente y no puedes asumir que lo que funcionó antes lo volverá a hacer. Debes liberarte del pasado y abrir los ojos al presente. Tu tendencia a librar la última guerra puede llevarte a tu guerra final[2].
[1] E. PRATS, Ética de la Información, 2004.
[2] R. GREENE, Las 33 estrategias de la Guerra, Madrid 2006, pág. 42.
miércoles, 2 de diciembre de 2009
El jefe Psicópata.
El poder organizativo se ha transformado cada vez más en un atractor esencial para un tipo de personas con un terrible potencial de producir daño: los psicópatas. Son un tipo de depredadores psicológicos y sociales de guante blanco, los denominados psicópatas organizacionales. Unos individuos que extienden continuamente y sin remisión el mal y el sufrimiento en las organizaciones[1]. Son aquellos incapaces de sentir culpa[2].
martes, 1 de diciembre de 2009
¿Es posible una nueva forma de dirección?
No parece que se esté dando soluciones a los acosos en el trabajo que se están generalizando. Es un problema que se ha enquistado y que genera cada vez más problemas en una sociedad en crisis.
Si no tomamos actitudes responsables contra aquellos que obtienen grandes objetivos a través del acoso, si no actuamos de una forma moralmente responsable excluyendo las empresas con acosadores que no se hna responsabilizado de sus actuaciones, entonces estamos colaborando con el acosador.
¿Cuándo vamos a exigir relaciones de empresas con un código antiacoso adecuado que nos permita decidir de una manera moralmente responsable?
viernes, 27 de noviembre de 2009
Agresividad.
La pulsión agresiva es tan innata en el ser humano como la sed, el hambre o la sexualidad. De hecho, la respuesta fisiológica del cuerpo es muy similar durante la excitación erótica y en la predisposición al ataque. En algunos casos, como en las relaciones sadomasoquistas, la agresión precede o acompaña a la relación sexual. Todos los instintos se modulan y controlan para adaptarlos a las normas sociales de convivencia introyectadas por la educación. No practicamos el sexo en cualquier situación respondiendo al libre deseo, ni comemos con voracidad cuando se nos antoja. De forma similar, controlamos la ira y los impulsos de arremeter contra el que nos hace daño. Pero esto no significa que nuestra tendencia natural sea otra que la de agredir y destruir. Tan sólo reprimimos esta pulsión. La agresividad es necesaria para los humanos en múltiples áreas. Debemos luchar para someter el mundo exterior adverso y lograr la superación de obstáculos en la competición laboral. Defendemos ferozmente la familia, los hijos y el patrimonio. Vivir es luchar sin descanso. La aspiración moderna de una existencia relajada basada en el bienestar perpetuo, libre de sufrimiento y confrontación, es una utopía que no tiene posibilidad alguna de prosperar[1]. Pero ellos no lo hacen, ellos utilizan esa pulsión para manipular a los demás, para convertir al resto en esclavos de su causa, para maltratar.
[1] D. HUERTAS, Violencia. La gran amenaza, Madrid 2007, pág. 39.
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