El vocablo «maltrato», según diccionarios de la Real Academia Española, alude al maltratamiento, que a su vez es la acción de maltratar, tratar mal, hacer daño, y cuyos sinónimos pueden ser: atropellar, brutalizar, lapidar, molestar, vilipendiar, zamarrear, pegar o echar a perder. Prácticamente el significado de esta locución se concreta en lo físico, no abarcando el cúmulo de agresiones violentas cotidianas y no sólo físicas, que son las que definen realmente nuestro objeto de estudio. Hay quien define1 los «maltratos» o «malos tratos» como aquella «situación en que las mujeres reciben agresiones físicas (golpes, palizas, violaciones, etc., limitaciones de su movilidad, encierros, prohibiciones) y/o agresiones psíquicas (vejaciones, desvalorizaciones, humillaciones, etc.) por parte de sus cónyuges, de sus parejas o de sus ex-parejas. Muchas veces esta violencia se extiende a las posibles hijas e hijos en forma de palizas y también de violaciones y abusos sexuales. Estas agresiones habitualmente son reiteradas y en ocasiones pueden llegar al asesinato, entonces se puede hablar de terrorismo doméstico y de torturas. También se entiende frecuentemente que uno de los sinónimos del maltrato es el término «violencia», que dentro de las ciencias físicas, derecho, moral o filosofía se refiere a situaciones de fuerza que se oponen a la espontaneidad, naturalidad, a la responsabilidad jurídica, a la libertad moral, etc. También se habla de violencia cuando el hombre desencadena un proceso de fuerza que contraría al espontáneo curso libre de otro hombre. Violencia equivale a aplicación de una «fuerza mayor» que pasa de un sujeto (violentador) a otro (violentado) produciendo una distorsión de la espontaneidad o de la libertad (violentación) del sujeto pasivo. Sin embargo, la definición de un acto como violento y su valoración social como tal, depende de un cúmulo de factores: de quién realiza el hecho, de las razones y circunstancias que promovieron el acto, y de quién es el receptor de la violencia y el daño infligido y de la aceptación que tenga ese acto por la sociedad circundante. A tenor de lo anteriormente dicho, la violencia no tiene porqué ser destructiva, pero aún siéndolo, puede incluso que esté institucionalizada y aceptada dentro de un determinado marco social (Cfr., D. HUERTAS, Violencia. La gran amenaza, Madrid 2007).
La mayoría de los acosadores pueden pasar desapercibidos, ocultos y camuflados tras vidas aparentemente normales y triviales, causando enormes problemas y depredando socialmente a sus vecinos, parejas, hijos, padres, compañeros de trabajo y subordinados. Todos ellos son víctimas que no terminan de enterarse del todo de la autentica naturaleza perversa de las personas que les hacen sufrir tanto
[1].
Esta sería la foto del ente que estamos hablando ahora
[2]:
a.- La irracionalidad practicada como una de las bellas artes. Se comportan a menudo de una manera irracional Parecen decididos a salirse con la suya, aunque todos pierdan.
b.- Son difíciles, llueva o truene.
c.- No parece que tengan un remedio conocido.
d.- Ya son famosos por como suelen comportarse, y no famosos en el buen sentido.
[1] I. PIÑUEL, Mi jefe es un psicópata, Barcelona 2008, pág. 20.
[2] R. M. SHAPIRO; M. A. JANKOWSKI; J. DALE, Jefes tiranos y ejecutivos agresivos, Barcelona 2006, pág. 35 ss.