lunes, 23 de noviembre de 2009

Maltrato.

El vocablo «maltrato», según diccionarios de la Real Academia Española, alude al maltratamiento, que a su vez es la acción de maltratar, tratar mal, hacer daño, y cuyos sinónimos pueden ser: atropellar, brutalizar, lapidar, molestar, vilipendiar, zamarrear, pegar o echar a perder. Prácticamente el significado de esta locución se concreta en lo físico, no abarcando el cúmulo de agresiones violentas cotidianas y no sólo físicas, que son las que definen realmente nuestro objeto de estudio. Hay quien define1 los «maltratos» o «malos tratos» como aquella «situación en que las mujeres reciben agresiones físicas (golpes, palizas, violaciones, etc., limitaciones de su movilidad, encierros, prohibiciones) y/o agresiones psíquicas (vejaciones, desvalorizaciones, humillaciones, etc.) por parte de sus cónyuges, de sus parejas o de sus ex-parejas. Muchas veces esta violencia se extiende a las posibles hijas e hijos en forma de palizas y también de violaciones y abusos sexuales. Estas agresiones habitualmente son reiteradas y en ocasiones pueden llegar al asesinato, entonces se puede hablar de terrorismo doméstico y de torturas. También se entiende frecuentemente que uno de los sinónimos del maltrato es el término «violencia», que dentro de las ciencias físicas, derecho, moral o filosofía se refiere a situaciones de fuerza que se oponen a la espontaneidad, naturalidad, a la responsabilidad jurídica, a la libertad moral, etc. También se habla de violencia cuando el hombre desencadena un proceso de fuerza que contraría al espontáneo curso libre de otro hombre. Violencia equivale a aplicación de una «fuerza mayor» que pasa de un sujeto (violentador) a otro (violentado) produciendo una distorsión de la espontaneidad o de la libertad (violentación) del sujeto pasivo. Sin embargo, la definición de un acto como violento y su valoración social como tal, depende de un cúmulo de factores: de quién realiza el hecho, de las razones y circunstancias que promovieron el acto, y de quién es el receptor de la violencia y el daño infligido y de la aceptación que tenga ese acto por la sociedad circundante. A tenor de lo anteriormente dicho, la violencia no tiene porqué ser destructiva, pero aún siéndolo, puede incluso que esté institucionalizada y aceptada dentro de un determinado marco social (Cfr., D. HUERTAS, Violencia. La gran amenaza, Madrid 2007).
La mayoría de los acosadores pueden pasar desapercibidos, ocultos y camuflados tras vidas aparentemente normales y triviales, causando enormes problemas y depredando socialmente a sus vecinos, parejas, hijos, padres, compañeros de trabajo y subordinados. Todos ellos son víctimas que no terminan de enterarse del todo de la autentica naturaleza perversa de las personas que les hacen sufrir tanto[1].
Esta sería la foto del ente que estamos hablando ahora[2]:
a.- La irracionalidad practicada como una de las bellas artes. Se comportan a menudo de una manera irracional Parecen decididos a salirse con la suya, aunque todos pierdan.
b.- Son difíciles, llueva o truene.
c.- No parece que tengan un remedio conocido.
d.- Ya son famosos por como suelen comportarse, y no famosos en el buen sentido.

[1] I. PIÑUEL, Mi jefe es un psicópata, Barcelona 2008, pág. 20.
[2] R. M. SHAPIRO; M. A. JANKOWSKI; J. DALE, Jefes tiranos y ejecutivos agresivos, Barcelona 2006, pág. 35 ss.

2 comentarios:

rasputín dijo...

El concepto de maltrato, Pedro, se está circunscribiendo, errónea y desgraciadamente para muchas personas y animales, al ámbito familiar, al entorno de la pareja.
Y hay mucho maltrato que, lejos de ser menos destructivo y perseverante, pasa desapercibido a los ojos de la sociedad de papel couché que estamos alimentando.
Nada más lejos de mis argumentos que justificar el maltrato de género, al contrario; reivindico endurecimiento de penas y cumplimiento íntegro de las mismas.
Me quiero referir al maltrato a los animales, el maltrato a los compañeros de clase, el maltrato al profesor, y, sobre todo, el maltrato en el ámbito laboral.
Este último, los que hemos tenido o tenemos la desgracia de sufrirlo, es algo que, salvo los afectados y su entorno más cercano, sabemos que se obvia por parte de toda la sociedad.
Quizás la Judicatura sea la única institución que esté haciendo algo verdaderamente tangible y, esperemos, duradero; está costando mucho sentar jurisprudencia en este terreno, pues todos sabemos las reglas del juego en materia laboral.
No me extiendo más; era sólo señalar este apunte en cuanto a lo extenso del concepto maltrato y a la poca importancia que se da a sus expresiones fuera del ámbito familiar.
Abrazos desde Extremadura.

un@cualquiera dijo...

siempre que se intente anular a una persona sea de la forma que sea se está comentiendo un maltrato, quizás no sea tan llamativo como una paliza pero te aseguro que puede ser mucho mas dañino.
Un saludo maricarmen