El ser humano tiene un instinto de agresividad, no lo puede evitar, pero la sociedad modula dicho instinto, nos hace más “sociables”. Es pues la necesidad de compartir una vida en común lo que nos lleva a aceptar que no podemos ir destruyendo a los demás impunemente, porque eso hace que la especie acabe extinguiéndose.
Finalmente, precisaremos el concepto de violencia. El término deriva de la voz latina vis, que significa vigor o empleo de la fuerza. Mientras que la agresividad es un elemento psicológico positivo, cuando se ejerce de forma controlada y adecuada a las amenazas del entorno, la violencia es siempre morbosa e innecesaria. Esta forma aberrante de agresión, se caracteriza por buscar la destrucción deliberada de los semejantes con fines distintos a los de la supervivencia. Suele responder a la ambición, la dominación, el placer sádico o la venganza. Su categoría moral está sometida al criterio subjetivo de cada cultura, ideología y momento histórico. Hay pueblos que la repudian, y otros que la fomentan. La violencia es una configuración perversa de la agresividad, disfuncional, desadaptativa y patológica en todos los casos. Es inútil para el progreso del individuo y carece de todo sentido filogenético. No sólo es inservible para la mejora de la especie, sino que, al contrario, pone en riesgo su existencia futura. Siempre busca producir el máximo daño posible en las víctimas. Es la forma más brutal de agresión humana, la agresividad desatada sin control, hipertrofiada al límite. El ser humano es el organismo vivo más destructivo de cuantos existen en nuestro planeta. Se podría pensar que otros depredadores, dotados de garras o colmillos, tienen mayor capacidad de agresión. Grave error, ningún arma es tan letal como el cerebro humano[1].
Finalmente, precisaremos el concepto de violencia. El término deriva de la voz latina vis, que significa vigor o empleo de la fuerza. Mientras que la agresividad es un elemento psicológico positivo, cuando se ejerce de forma controlada y adecuada a las amenazas del entorno, la violencia es siempre morbosa e innecesaria. Esta forma aberrante de agresión, se caracteriza por buscar la destrucción deliberada de los semejantes con fines distintos a los de la supervivencia. Suele responder a la ambición, la dominación, el placer sádico o la venganza. Su categoría moral está sometida al criterio subjetivo de cada cultura, ideología y momento histórico. Hay pueblos que la repudian, y otros que la fomentan. La violencia es una configuración perversa de la agresividad, disfuncional, desadaptativa y patológica en todos los casos. Es inútil para el progreso del individuo y carece de todo sentido filogenético. No sólo es inservible para la mejora de la especie, sino que, al contrario, pone en riesgo su existencia futura. Siempre busca producir el máximo daño posible en las víctimas. Es la forma más brutal de agresión humana, la agresividad desatada sin control, hipertrofiada al límite. El ser humano es el organismo vivo más destructivo de cuantos existen en nuestro planeta. Se podría pensar que otros depredadores, dotados de garras o colmillos, tienen mayor capacidad de agresión. Grave error, ningún arma es tan letal como el cerebro humano[1].
[1] D. HUERTAS, Violencia. La gran amenaza, Madrid 2007, pág. 47-48.
1 comentario:
Ni ningún órgano vital es tan vulnerable como el cerebro humano.
Lo que realmente me apena es la indiferencia que muestra la sociedad ante todos los ajusticiamientos que se están cometiendo públicamente, desde el poder político o empresarial, con la aquiescencia del sistema y de sus cancerberos.
Saludos, Pedro.
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